sábado, 2 de mayo de 2009

Insight

Ese jueves a la tarde ella decidió que había terminado el inventario de sus ausencias (las de él). Tenía de las físicas pero sobre todo, tenía de las otras, las de cuerpo presente pero ojos lejos, las manos ocupadas, la luz azul de la tele o del monitor de refilón en la cara, un ajá en la boca y la cabeza llena de pajaritos.
Ese jueves a la tarde –llovía creo-, ella se dio cuenta de lo bien que había aprendido a arreglárselas sola. Se dio cuenta de que se la había tragado un eterno mientras tanto, un espere en línea por favor, un pida turno, un haga cola, un tengo el 103 y por más que doy vueltas y vueltas siguen llamando al 67.
Ese jueves ella se dio cuenta. Y juntó sus cosas y chau picho, au revoir monsieur, si te he visto no me acuerdo.

Otro jueves a la tarde él le iba a contar a un amigo:
- Cristina se fue. Ni idea qué le agarró, no sé, no dijo nada. Y eso que estábamos bárbaro...
- Ajá-, dijo el otro, mientras giraba la cabeza para seguir mirando el partido.

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