sábado, 13 de marzo de 2010

Como Bridget, pero mal II

Es sábado a la noche, estoy sola y en la tele dan "Los puentes de Madison".

Mi vida necesita otro guionista. Uno menos cruel.

viernes, 12 de marzo de 2010

Ah, la urbanidad

Una mina que te pide por favor si le cuidás el lugar en la cola del súper mientras ella va a buscar “dos o tres cositas” y vuelve veinte minutos después con otro canasto que rebasa de todo tipo de productos, ninguno de primera necesidad.


Un tipo que le reclama con vehemencia cinco centavos de un vuelto a la cajera de una panadería.


Un viejo en la misma panadería, que se cuela sin disimulo ni vergüenza e increpa a la misma cajera para que le cobre rápido.


Un conductor a bordo de una camioneta último modelo que dobla en la esquina de una avenida doble mano y amenaza con embestir a unas siete personas por no respetar la prioridad de peatón.


Un pibe pasado de vueltas que le pega a la novia todas las noches y pone la música fuerte como si de esa forma nadie se diera cuenta.


Videla.



Visite Belgrano, el barrio que eligen los miserables para vivir.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Amamos a Frank


Amamos a Frank porque es “La Voz”. Sí, así, con mayúscula.


Amamos a Frank porque hace de todo y todo bien: canta, actúa, sale con las más lindas, elige mal los amigos, tiene problemas con la justicia, sale ileso, vive hasta los 82 y los entierra a todos.


Amamos a Frank porque todo ese quilombo que se consiguió por vida se le nota en el pecho.


Amamos a Frank porque nos hace creer que lo difícil es fácil, que lo complicado es simple, que lo peligroso no es para tanto y que podés no ser Bogart e igual llevarte el mundo por delante.


Amamos a Frank porque siempre tiene un Gershwin´s tune escondido en un bolsillo del saco.


Amamos a Frank porque su biografía es el mejor guión hollywoodense jamás escrito: hay sexo, juego, alcohol, drogas, crímenes, Marilyn, Elvis, la mafia, y el protagonista es un tipo talentoso que siempre se sale con la suya.


Amamos a Frank porque hace que los cantantes siempre quieran tener la frescura de una bandada de golondrinas, la determinación de la luna llena y el swing de Duke Ellington. Qué mal, muchachos, parece que a nadie más le sale.