lunes, 17 de diciembre de 2012

La grieta

sos todo lo que no es
y todo lo que quiero que seas
sos la sombra
sos preguntas sin hacer
sos la grieta

sos la antología de lo que podría haber sido
la saga de los "y si"
un loop de universos alternativos
un desfile de suplentes
el plan Z bis

sos lo que no pasa
la esperanza, la promesa
la posibilidad, la incertidumbre
sos la muerte disfrazada de futuro

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Presentaciones

La primera vez que la vi era invierno, lloviznaba, atardecía y el mundo se moría un poco. Yo esperaba a alguien al lado de un ventanal en una casa colonial disfrazada de oficina. Ella abrió una puerta y me miró como si yo hubiera estado sentada ahí desde siempre. "¿Arreglaron la máquina de café?", me dijo, pero no esperó que contestara. Corrió y le dio un abrazo al aparato. "Volviste, te extrañaba!", gritó con chispitas en los ojos.

La última vez que la vi fue anoche. "No me aguanto a la gente que se toma con demasiado optimismo el trabajo", me dijo. Yo estuve muy de acuerdo y le propuse que no nos aguantáramos el optimismo en general. Nos pareció justo. Después me fui a casa y otra vez, me quedé pensando en cómo hice todos esos años hasta conocerla.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Allá afuera es primavera

Allá afuera es primavera
pero acá
hay persianas de hierro
gatos taciturnos
y deshoras

allá afuera es primavera
pero acá
la fiebre queda atrás de los ojos
y las palomas vuelan poco
y a destiempo

allá afuera es primavera
pero acá,
72 horas por lo menos,
paño frío en la frente
y desazones

allá atardeceres y plazas
acá avisame si necesitás algo
allá caminatas y estrellas
acá ya va a pasar, mejorate

allá afuera es primavera
pero acá
es el invierno, es la edad
es, lo sabemos, la tristeza

lunes, 23 de julio de 2012

Las cosas

Yo sé que es más linda la visión racionalista del mundo
pero se está en las cosas
la razón es pura, absoluta, la razón es perfecta
la razón es redonda y plateada y queda en tu cabeza
y todo lindo y todo bien, pero se está en las cosas
vos ahora estás ahí, en el encendedor que te olvidaste
en el perfume que me quedó en la ropa
en los restos de café de esa taza en la pileta
eso sos vos ahora, eso y una pilita de recuerdos roñosos

Y cuando el encendedor se pierda
porque eso es lo que hacen los encendedores, nocierto,
cuando el perfume se vuele, cuando lave la taza
cuando salga el sol y la humedad se vaya y abra finalmente las ventanas,
no me van a quedar más que un par de recuerdos borroneados
no va a quedar más que la idea de vos

No sé con qué vivirás vos, con qué duda, con qué certezas,
con qué reflejo, con qué panfleto guardado abajo de la almohada
a qué te abrazarás cuando el piso se diluya,
cuando el tiempo se pare pero el mundo siga andando
a mí me van a quedar las grietas,
un par de frases livianas como el viento
dos o tres imágenes dudosas de tus ojos
algún gesto tal vez, alguna cita grandilocuente

Muy pronto vas a ser una sensación, un más o menos
una frase que empieza con me parece, un condicional, un creo
muy pronto vas a ser una anécdota que se cuenta trasnochada
inventando en los agujeros hasta volverla otra
vas a ser rímel corrido, nubes que ensucian el cielo
un fuego fatuo, las luces de la muerte que se alejan

domingo, 8 de julio de 2012

All that jazz

-Yo quiero jazz y chicas de voz suave y gente que toca relajada pero haciendo cosas difíciles. Me di cuenta de que lo que más me gusta del jazz, más que el género en sí, es la actitud.
- El jazz es saber lo que va a pasar cuatro o cinco segundos antes, ¿no?
- Sí, y también es saber que hasta lo perfecto es irrecuperable. Hay que tener bolas para eso. Es la muerte ahí, todo el tiempo en tu nariz.

miércoles, 27 de junio de 2012

Ausencias

Ya anocheció. Ya pasó la hora de los suicidas, la hora en que todo el confort del mundo no alcanza para acomodarnos el mundo, la hora en que toda la academia del mundo no alcanza para explicarnos el mundo, la hora en que el sol se cae redondo a un pozo y con él nuestras modestas esperanzas de mañana. Pongo música, tomo un té, leo el libro que me prestaste.
Un poco como que me gusta este destiempo hecho de cosas, esta ausencia de un momento o un espacio simultáneos que aún así nos junta en los placeres. Porque estás en los poemas, en un piano, en el viento del otoño, en un ladrido lejano. Porque estoy, yo sé que estoy, en la lluvia, en un mantel de flores, en dos o tres dudas pavotas. Porque somos los que nunca nos vamos.

lunes, 21 de mayo de 2012

Las muertes

Todavía me acuerdo de la primera vez que te moriste. Yo te había hecho una pregunta y mientras me contestabas, sufriste un ataque de insensibilidad fulminante y te caíste redondo adelante mío. Un poco me sorprendió, confieso, pero nadie en la habitación se sobresaltó demasiado -parece que era un trastorno crónico- y después de un rato de respirar hondo logré sobreponerme y me fui caminando despacio por la avenida. Era un martes de invierno al mediodía y había un sol chiquito y mucho viento.
Creo que a los dos meses te moriste de vuelta. Empezaste a agonizar justo para cuando me invitaste el café-que-nunca-vamos-a-tomar número setecientos cuarenta y tres y falleciste en total tranquilidad en un bar mientras te charlabas a una mina con novio y yo hacía tiempo escuchando una banda de blues del malo. Según me contaron, antes de cerrar un mozo se encontró tu cuerpo acodado en la barra, todavía con el vaso de cerveza tibia en la mano.
Dos semanas después resucitaste, pero te volviste a morir enseguida de un ataque de histeria. No me acuerdo los detalles, algo de unas minitas, féisbuk, risitas, pajas sin piel. La verdad es que esa vez traté de mantenerme lejos por miedo a que fuera contagioso.
La cuarta vez que te moriste estabas refritando el combo sexo, drogas y rocanrol y te agarró una sobredosis de cliché. La quinta fue de un brote de pendeviejismo. La sexta…la sexta ya no sé, pero creo que fueron los cafés no tomados los que se te cayeron encima todos juntos y te quemaron vivo.
La séptima te moriste de no llamar. La octava, de no asumir tus errores. La novena, de exceso de tirantez en los ruleros. La décima de no leer, de no mirar películas, de no escuchar música nueva, de no tener hambre en el alma. A partir de ahí dejé de contar y lo asumí. Te moriste y punto. Y te empecé a tratar como el fantasma que sos: de lejos y sin tomarte demasiado en serio.