sábado, 21 de enero de 2012

Yours truly

Te recuerdo de un cumpleaños fallido que empezó temprano en San Martín, siguió tarde en San Telmo y terminó amaneciendo en Palermo borrachísimo abajo de una lluvia matadora.

Te recuerdo de una noche en Plaza Francia, tirados en el pasto mirando las estrellas. Esa fue la única vez que me tiré en el pasto a mirar las estrellas. Fue única y fue perfecta.

Te recuerdo del día en que te conocí, un día en el que no parabas de gritar y yo pensé que estabas totalmente loco. Y me pareció hermoso y real y necesario.

Te recuerdo también de un viaje en tren de vuelta a San Martín -cuántos trenes, siempre trenes-, también de madrugada, después de un show en el culo del mundo. Recuerdo que era muy niña y estaba preocupada por cosas que a uno le preocupan cuando se es muy niña y me enseñaste la frase que más tarde me iba a explicar todo: “El rock es así”.

Te recuerdo de una fiesta en la que la habitación me daba vueltas y vos dejaste de levantarte a una minita para hacerme un té.

Te recuerdo de nuestras bandas preferidas, de las que yo amo y vos odiás, de los mates interminables y de los domingos más chotos del mundo. O sea, todos, claro.

Te recuerdo de mis primeros textos -esos que no leía nadie-, de mis primeros shows, y del día en que la entrada era la número 50 y había que jugarle al Maracanazo.

Te recuerdo del fútbol y las letras, del under y la patria, de las chicas y los tipos y los desamores y las promesas y también de las cosas que se hacen con los ojos cerrados y porque sí, porque así es como se hacen las cosas.

Y después de tantos años además me pregunto si los de ahora somos también aquellos. Y me digo que no sé, que la verdad no tengo ni puta idea, pero que el rock sigue siendo así y el té sana y los domingos son todos chotos y las madrugadas insisten de tanto en tanto en amanecer borrachas y lluviosas.


Y las estrellas son perfectas. Siempre perfectas.

domingo, 1 de enero de 2012

Brindis

Por las canciones, ese país gigante e invisible del que nunca nos vamos a ir.
Por todos los firuletes dibujados en todos los papelitos del mundo.
Por la sabiduría del té.
Por la vehemencia de los trenes: los que salen, los que llegan, los que alcanzamos justo y los que siempre se nos van.
Por los raros, por los feos, por los pobres, por los tontos. Por la otredad.
Por el peso del aire un minuto antes de que llueva.
Por la gracia de los que bailan como si nadie los mirara.
Por el amanecer, ese momento en que el mundo es todavía una promesa.
Por los chistes que no se entienden, por los amores no correspondidos, por las cartas devueltas al remitente. Por los que tratan.
Por el olor a verano, mezcla de glicinas, bicicletas, pies descalzos y canillas que gotean.
Por todas las cosas que perdimos.
Y por los abrazos. Siempre por los abrazos.

Salú.