En mis auriculares Mollo canta algo así como que le duele la cultura y no sé si de verdad lo canta o yo me lo imagino porque los auris estos nunca me dejan a gamba pero me escatiman fiero los graves y la mitad del tema se me pierde por eso y por los gritos del gordito sidekick que no para de decir la palabra gerente. Me acuerdo de la época en que mis anécdotas también tenían como protagonistas a gerentes y nos tengo lástima a los dos.
Y no sé si es que tengo hambre o sueño o frío o años, pero me hincha un poco las bolas Mollo y su conciencia social, me joden las letras que dicen medios y dicen cultura y se preocupan por el mundo que les dejaremos a nuestros hijos. Dale, Mollo, son las once y media de la noche y vengo de laburar como una mula, dame rock.
Dame un 38 cargado y un despelote en el toilette de damas por las miniaturas de un pavote. Dame promesas que no vas a cumplir y seamos jóvenes y hermosos aunque sea mientras dure el viaje en bondi, que para gerentes ya lo tengo al gordito y para tristeza ya lo tengo al pibe que se parece a Thom Yorke. Y para pensar de más ya me tengo a mí, y a mí me tengo las 25 horas del día, sabés. Y encima se viene una tormenta. Así que dale, Ricardo, metele a la guitarrita y no me rompas más las pelotas.
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