sábado, 21 de noviembre de 2009

Firma y aclaración

A Paula y Daniel

No importa lo que diga Hollywood, el amor no se siente como mariposas en el estómago. No importan los guionistas de Love story. No importa lo que haya escrito Neruda, los astros no tiritan azules a lo lejos, el viento en la noche no gira en el cielo y mucho menos canta. Nada que ver.


Más que como una bendición celestial con violines, el amor suena a canto de gallo. Y sí, canta el gallo y hay que ir a laburar. Y como en todo laburo, hay días en que pensás que haberte dedicado a eso es la mejor decisión que tomaste y hay otros en que lo pensás tres veces antes de levantarte de la cama. Hay días en que hacés todo bien y te comés el mundo y hay otros en que metés la pata hasta el fondo. Pero lo importante es que al otro día volvés y te das –y te dan- una nueva oportunidad.


Así que en este primer día de contrato –porque el matrimonio, como el trabajo, es un contrato- no voy a brindar porque sea para siempre. Hoy brindo porque cada día cuando cante el gallo y se levanten, se vuelvan a elegir otra vez.


lunes, 9 de noviembre de 2009

Queremos a Arjona


Queremos a Arjona porque él nos quiere a todas. A la cuarentona rolliza, a la ex modelo yonqui, a la pendeja puta, a la histérica, a la conchuda que lo dejó y a la que no le da bola porque está con otro. A to-das. Y nos quiere todo el tiempo. Incluso cuando somos monstruos hormonales y las publicidades de analgésicos nos ridiculizan, sí.


Queremos a Arjona porque sabe que para querernos a todas tiene él que ser, también, un poquito, todos. Y se construye a sí mismo enamorado inclaudicable, novio despechado, bohemio en plan trasnoche y superhéroe caribeño al rescate de las solas que pasan el sábado con un cuarto de helado frente a la tele.


Queremos a Arjona porque es alto, muy alto, y tiene acento raro y escribe cartas de amor a mitad de camino entre el desgarbo de Sabina y el sudor de latin lover de los rickimartins y los chayanes. Queremos a Arjona porque, en el fondo, se parece un poco al flaco de la vuelta y nos deja fantasear con cruzárnoslo en la panadería. Queremos a Arjona por esa incorrección impensada que a los tipos se les vuelve intragable.


Los tipos odian a Arjona porque los enfrenta a sus propios prejuicios, porque los vuelve chiquititos y vuelteros y egoístas y superficiales. Los tipos odian a Arjona porque su romanticismo todo terreno pone en evidencia que ninguno de ellos tiene tantos huevos como para enamorarse de una vieja gorda y cantárselo al mundo.