domingo, 12 de diciembre de 2010

Fragmentos de cartas que nunca voy a escribir II

Hola, ¿cómo va? No se si me ubicás, soy medio feucha, medio tonta, bastante intrascendente, estoy siempre un poco atrás y un poco abajo que vos, en todos los sentidos. Bueno, perdoná que te moleste, son dos minutos nomás y podés seguir durmiendo o chamuyándote a la minita, whatever.

Te quería decir que sos lindo y talentoso y hacés todo bien, no necesariamente en ese orden. Y la verdad, teniendo en cuenta ese escenario, el autobombo no va. Si ya dios te dio belleza y te dio talento, andar por la vida como para que se note no hace falta, papá. Porque si a dios le hubiese gustado que vayas por ahí caminando medio metro por encima del resto de los mortales, te habría dado también un banquito, ¿no te parece? ¿Y te lo dio, dios, al banquito? ¿No, no? Bueno, ahí tenés.

¿No te alcanza con saber que sos lindo, eh? ¿No te alcanza con saber que lo que tocás es de una belleza perturbadora? Porque vos sos fachero, sí, pero tu música es otra cosa, es bella, como las obras de arte. Como el David de Miguel Angel, como los claroscuros de Caravaggio, tan perfecta y a la vez tan real que hace que te hagas pis encima.

Entonces, decime, querido: ¿es necesario que te mires al espejo mientras tocás? ¿Es realmente necesario que te saques la camisa, te quedes en musculosa y te relojees los bíceps mientras probás sonido? Porque por más lindo que seas y más perturbadoramente bella sea tu música, cuando hacés cosas como esa lo único que me sale es acordarme de Peter Bateman en American Psycho y cagarme de risa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

nojado